domingo, 13 de noviembre de 2016

SAN PABLO, EL APÓSTOL DEL SEGUNDO TIEMPO QUE GANÓ PARA CRISTO EL MUNDO ANTIGUO


Pablo de Tarso, originalmente Saulo de Tarso o Saulo Pablo,1 2 también llamados San Pablo

Nacido entre los años 5 y 10 d. C.,3 en Tarso de Cilicia (actual Turquía centro-meridional) y muerto martirizado bajo el gobierno de Nerón entre los años 58 y 67 en Roma,4 es conocido como el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, o simplemente el Apóstol, y constituye una de las personalidades señeras del cristianismo primitivo.

Saulo derribado del caballo
cuando Cristo se le apareció en el camino de Damasco.

Era perseguidor de los cristianos y, yendo a Damasco para apresar a los que allí vivían, el Señor Jesús se le apareció. En Damasco fue bautizado y, a partir de ese momento, se convirtió en el apóstol más grande misionero de toda la historia.

San Pablo reunió en su personalidad sus raíces judías, la gran influencia que sobre él tuvo la cultura helénica -había nacido en Tarso, ciudad helénica de lo que hoy es Turquía- y su reconocida interacción con el Imperio romano, del cual era ciudadano. Y todo ello lo puso al servicio de la causa del Evangelio de Cristo.

San Pablo cambió su nombre al abrazar la fe en Jesucristo como Mesías de Israel y Salvador de los gentiles. Abandonó su nombre judio (Saulo) y adoptó el de Paulus, (que significa ‘pequeño’’).

Su conocimiento de la cultura helénica -hablaba fluidamente tanto el griego como el arameo- le permitió predicar el Evangelio con ejemplos y comparaciones comunes de esta cultura por lo que su mensaje cosechó un pronto éxito en territorio griego.

Sin haber pertenecido al círculo inicial de los Doce Apóstoles, y recorriendo caminos jalonados de incomprensiones y adversidades, Pablo se constituyó en artífice de primer orden en la construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano, merced a su santidad de vida, a su talento, a su convicción y a su carácter indiscutiblemente misionero.


Como los demás apóstoles, murió mártir de Cristo. Fue mandado decapitar por el emperador Nerón durante la primera persecución contra los cristianos en Roma (años 57-66)







SAN PEDRO, EL HOMBRE DE GRAN CONFIANZA DE CRISTO


San Pedro (Betsaida, finales del siglo I a. C.-Romac. 67), conocido también como Simón, Cefas o simplemente Pedro fue el primero de los apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo. 

Su nombre de nacimiento era Simón bar Ioná y era pescador de oficio en el mar de Galilea. Por su fe en seguimiento de Jesús de Nazaret, el Señor lo constituyó en el primero entre los apóstoles (Mt 16) y así lo muestran el Nuevo Testamento en general y de los cuatro Evangelios canónicos y los Hechos de los Apóstoles en particular. 

San Pablo de Tarso lo venera y respeta como Columna de la Iglesia. Y a él acude San Pablo para estar seguro de que el evangelio que él enseñaba era acorde a la enseñanza de Pedro y, por tanto, al depósito de la fe que Jesucristo le dejo a su Iglesia.

Figura de primer orden y de firme valor teológico en razón del ministerio que le confió el propio Jesucristo, es también conocido como el príncipe de los apóstoles. La Iglesia primitiva lo tuvo siempre por el sucesor de Jesucristo y el depositario de toda su autoridad.


La Iglesia católica lo identifica como el primer papa, basándose, en las palabras que le dirigió Jesús: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» 

San Pedro dio su vida por Cristo en Roma, donde murió crucificado cabeza abajo en el año 60-66. 
Sus restos se conservan en la cripta de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.